Los efectos secundarios de los anticonceptivos
Nuevos estudios
constatan una preocupación creciente
WASHINGTON, sábado, 15 enero 2005
(ZENIT.org).- Aunque los
gobiernos y las organizaciones de planificación familiar siguen apoyando los
anticonceptivos, surgen nuevas evidencias sobre los peligrosos efectos
secundarios. En Inglaterra, la ministra para la infancia, Margaret Hodge,
declaraba que estaba a favor de anticonceptivos inyectables para las colegialas,
informaba el 16 de noviembre la BBC.
«Lo que es verdaderamente interesante es
esta inyección anticonceptiva», declaraba. «Si la gente va a tener sexo, no
querrás que tengan bebés a tal edad».
El entusiasmo de Hodge por los
anticonceptivos se da de bruces con las advertencias científicas. El 23 de
agosto, Reuters informaba de la investigación de un equipo de la Universidad de Carolina
del Norte y de la
Universidad Johns Hopkins de Baltimore. Las mujeres que
utilizan el anticonceptivo inyectable Depro-Provera tienen un mayor porcentaje
de enfermedades de transmisión sexual, concluían.
Charles Morrison, del Family Health
Internacional, afirmaba que se necesita investigar más, pero es posible que el
Depro-Provera en sí mismo cause una predisposición a las enfermedades de
transmisión sexual. «Debemos supervisar las diferencias en el uso del condón,
las diferencias de la multiplicidad de compañeros sexuales, las diferencias en
el número de actos coitales», declaraba a Reuters.
Depo-Provera también está siendo
examinado por la
Administración de Estados Unidos para los Alimentos y
Medicamentos (FDA). La agencia ha establecido ahora que el medicamento debe
llevar una advertencia especial de que su uso prolongado puede causar una
pérdida significativa de densidad ósea, informaba el 17 de noviembre Associated
Press.
Poco después del anuncio de
la FDA, otro
estudio confirmaba el problema de la pérdida ósea debida al Depro-Provera,
informaba Reuters el 23 de diciembre. Investigadores de la Universidad de Iowa
compararon a 178 mujeres que usaban la inyección con 145 mujeres que no usaban
anticonceptivos hormonales.
La densidad media ósea en la cadera cayó
un 2,8% en un año después de comenzar el uso del Depo-Provera y un 5,8% después
de dos años. La pérdida de masa ósea en la espina dorsal fue parecida. Cifras a
comparar con la media de pérdida ósea de menos de un 0,9% en el grupo de
control.
Efectos secundarios
mortales
Otro anticonceptivo con consecuencias
problemáticas es el así llamado parche. El 4 de abril pasado el New York Post
informaba sobre el caso de Zakiya Kennedy, de 18 años, que murió como resultado
de coágulos de sangre, formados como resultado de su parche anticonceptivo.
Había cambiado de utilizar píldoras anticonceptivas al parche unas tres semanas
antes de su muerte.
El periódico siguió el suceso con un
reportaje el 19 de septiembre ligando el parche Ortho Evra, el único
comercializado en Estados Unidos, a las muertes de al menos 17 mujeres en los
pasados dos años. El artículo añadía que se apunta que otras mujeres que han
usado el parche han sufrido complicaciones, incluyendo 21 caso de «amenazas de
muerte» por coágulos de sangre y otros males. Los datos salían de informes de
la FDA obtenidos
por el periódico.
El artículo añadía que el fabricante
anuncia que el parche ha sido utilizado por 4 millones de mujeres americanas
desde que se puso a la venta en el 2002. Un portavoz de la empresa comentaba que
las enfermedades y muertes «coinciden con los riesgos para la salud» de la
píldora, que se dice que mata entre un 0,3 y un 1,9 de cada 100.000 mujeres que
la usan entre los 15 y los 29 años.
La preocupación por los riesgos para la
salud de otro anticonceptivo forzó hace pocos días a la FDA a dar el paso de corregir un anuncio
televisivo. Reuters informó el 30 de diciembre que la FDA advirtió a Barr Pharmaceuticals que
sus anuncios de las píldoras Seasonale no añadían la mención del efecto
secundario de un sangrado frecuente e importante.
La FDA advirtió a la compañía que su anuncio engañaba a los
consumidores al excluir esta información, al hacer que la píldora de control de
natalidad pareciera más segura. La advertencia se hizo en una carta a la
compañía hecha pública por la
FDA el 29 de diciembre. Además de los problemas de sangrado, la
etiqueta de la píldora advierte de otros efectos secundarios pueden incluir
coágulos de sangre, ataques al corazón y apoplejías. Pero los anuncios,
observaba la FDA,
utilizan «visualizaciones irresistibles» y «rápidos cambios de escena» junto con
otras técnicas que distraen de la información de
advertencia.
Buenas noticias que resultan
falsas
Un reportaje reciente parecía que de
primeras refutaba las preocupaciones por la salud suscitadas por los
anticonceptivos. El periódico británico Guardian del 26 de octubre observaba que
algunos estudios habían concluido que la píldora podría ayudar a proteger a las
mujeres de enfermedades de corazón y apoplejías. Además, otro estudio sobre
mujeres en América concluía que la píldora no aumentaba el riesgo de cáncer de
pecho o cervical.
Estos resultados fueron presentados en
la conferencia de Filadelfia de la Sociedad
Estadounidense de Medicina Reproductiva el pasado octubre. Los
datos provenían del estudio en curso Women’s Health Initiative (WHI), que seguía
las huellas de más de 160.000 mujeres.
El reportaje del Guardian se mostraba
escéptico ante las noticias positivas. Observaba que el estudio WHI había
presentado previamente datos que ligaban el tratamiento de hormonas sustitutivas
con creciente riesgo de cáncer de pecho, enfermedades de corazón y apoplejías.
La píldora anticonceptiva y este tratamiento eran prácticamente lo mismo,
observaba el artículo.
Las dudas fueron proféticas. El 27 de
noviembre el Times de Londres informaba que el WHI había rechazado los
descubrimientos a partir de sus datos y presentó una
retractación.
Jacques Rossouw, director ejecutivo del
WHI, admitió ante el Times que el estudio carecía de credibilidad. «Los
investigadores sólo han considerado los datos de líneas básicas, datos que son
muy pobres», afirmaba. «Es por lo que los descubrimientos parecían tan raros.
Esta clase de resultados son apenas creíbles».
El Times continuó con esta historia en
otro artículo, el 13 de diciembre, que advertía de un mayor riesgo de apoplejías
en las mujeres que tomaban la píldora. Basándose en un estudio de más de 5.000
personas, investigadores de Canadá, Estados Unidos y España habían concluido que
quienes sufren migrañas y tomen la píldora tenían ocho veces más probabilidades
de sufrir una apoplejía que quienes no la tomaban. El Times añadía que las
migrañas afectan a cerca de 6 millones de personas en Gran Bretaña, estando las
mujeres más afectadas por este problema.
La así llamada píldora del día después
también se asocia con problemas de salud. Un reportaje del 30 de julio en
la Medical
News Today resumía los descubrimientos de un estudio publicado
por el Dr. Gene Rudd en el número de septiembre de Annals of
Pharmacotherapy.
El pasado 22 de julio, Barr Laboratories
reclamó a la
Administración de Estados Unidos para los Alimentos y
Medicamentos (FDA) la aprobación para que Plan B fuera accesible sin receta,
tras el primer rechazo del FDA. El artículo de Rudd contiene datos que sostienen
que el fácil acceso a Plan B podría poner en riesgo la salud de muchas
mujeres.
Rudd hacía notar que el acceso sin
prescripción a Plan B podría alejar a las mujeres de las consultas médicas y de
los cuidados apropiados y completos. Además, Plan B podría animar a
comportamientos de riesgo tales como sexo «sin protección» que aumentarían la
extensión de enfermedades de transmisión sexual.
Las preocupaciones de salud no se
limitaban sólo a los anticonceptivos. La píldora abortiva
RU-486
ha sido ligada a algunas muertes. Un caso muy conocido fue
la muerte en 2003 de Holly Patterson, una californiana de 18 años que sucumbió a
una septicemia tras ingerir la
RU-486.
El padre de Holly, Monty Patterson,
declaró que la FDA
debería prohibir la píldora abortiva tras haberse relacionado una tercera muerte
con su consumo, informó el 16 de noviembre Associated Press. Aquel mismo día, el
New York Times informó que la
FDA había pedido que se reforzara la etiqueta de advertencia de
la
RU-486.
En un artículo de opinión publicado el
19 de noviembre en el New York Times, Donna Harrison, ginecóloga obstétrica y
miembro de la
Asociación Americana de Obstétricos y Ginecólogos Pro-Vida,
acusaba a las autoridades de haber dado luz verde a la píldora abortiva en el
año 2000 debido a interferencias políticas de la administración
Clinton.
Explicaba que los documentos obtenidos
recientemente, gracias a la
Ley de Libertad de Información, revelan que la administración
Clinton «presionó para que la
RU-486 fuera aprobada antes de las elecciones del
2000 a
pesar de la carencia de datos disponibles que demostraran su seguridad». Una
noticia que puede que llegue demasiado tarde, al menos para un puñado de
usuarias de la
RU-486.
Fuente Zenit 15/01/05,
ZSI05011502